sábado, 10 de septiembre de 2011

Los temores frente a lo transgénico

Con respecto a los riesgos que la modificación genética de los alimentos podría tener para la salud humana, es importante dejar en claro que hasta el momento no existe ninguna evidencia científica que respalde. Si bien toda nueva tecnología conlleva riesgos potenciales, "los alimentos modificados genéticamente son tan seguros y presentan tantos riesgos para la salud como los alimentos convencionales", señala el doctor Thomas.

Los transgénicos o alimentos genéticamente modificados que han sido aprobados para su comercialización tienen casi la misma composición que los productos convencionales; en otras palabras: son nutricionalmente equivalentes. Las proteínas producidas en estos alimentos por los genes modificados o introducidos se encuentran presentes en el organismo vegetal en niveles extremadamente bajos, que van del 0,001 al 0,002 por ciento del peso total del cultivo.

En cuanto a la preocupación de que la nueva proteína desencadene alergias alimentarias, esta posibilidad es bastante predecible, siempre y cuando se realicen en forma exhaustiva los distintos tests destinados a evaluar el potencial alergénico de un nuevo producto alimenticio. "No es el método de modificación genética de los vegetales lo que puede llegar a convertirlos en potenciales alergénicos", destaca el doctor Alan McHughen, investigador del Centro de Desarrollo de Cultivos de la Universidad de Saskatchewan, en Canadá.

Por último, la posibilidad de que el gen que se le ha adicionado al vegetal sea transferido al genoma de un ser humano es extremadamente bajo, aunque no por ello nulo. Para el doctor Thomas, esta posibilidad es extremadamente remota por las siguientes razones: "el procesamiento de la materia prima del vegetal reduce la cantidad de ADN intacto en el alimento; pero aunque el alimento transgénico no sea procesado, existen muchos otros procesos en el aparato digestivo humano que lo degradan, destruyendo el ADN".

Todos los especialistas consultados coinciden en que el impacto que los transgénicos, y la modificación genética de los alimentos, tienen sobre el medio ambiente no debe ser medido en relación con un ecosistema virgen o ideal, sino que debe ser comparado con la situación real de las tierras que se hallan cultivadas en la actualidad. Ya el sólo hecho de reducir el empleo de sustancias tóxicas para el ser humano y los demás integrantes del ecosistema, como lo son los herbicidas y los pesticidas que se utilizan rutinariamente en la actualidad, constituye un paso positivo.

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